lunes, 23 de agosto de 2010

Siglo


Cuando era pequeño mis padres tenían una tienda en Trujillo y yo iba de vez en cuando a echar una mano.En el estante de los vinos sobresalía una botella envuelta en tela de saco, con el sugerente nombre de Siglo.
Cada vez que pasaba delante de la botella me imaginaba la magia que podía esconder, un día me atreví a pedir a mis padres un ejemplar de ese brebaje para guardarlo a modo de tesoro, les prometí no abrirla hasta fuera mayor y me llevé el Rioja para esconderlo en mi habitación.
Durante años tuve el vino entre mis objetos de culto y soñaba que por momentos se iba cociendo dentro de la botella un caldo de propiedades exquisitas que algún día podría vender por una fortuna.
Tuve la botella conmigo tanto tiempo que se hizo mayor a mi lado y llegó el día, con 20 años, se me ocurrió probar el fruto de mi paciencia convertido en el mejor vino del mundo. Recuerdo que trame el descorche con una amiga, fuimos al castillo a bebernos esa promesa de sensaciones únicas.Inexpertos en la técnica rompimos el tapón y nos encontramos con un vino muy fuerte, estropeado por haber convivido a temperaturas inadecuadas y haber sido maltratado por mi desconocimiento.
Esta experiencia fallida con el mundo del vino no fue ningún desencanto fatal ya que desde entonces sigo soñando con tener mi pequeña bodega donde atesorar unas pocas joyas líquidas para los momentos especiales.
Cuando paso en el supermercado y veo el Siglo Saco de La Rioja, me viene a la memoria la adoración que mantuve durante muchos anos a esta botella. Esta vez no me he resistido y la he comprado para beberla hoy mismo.

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